El Neuquén. Los caminos de la Patria


José Luis Muñoz Azpiri (h)

Al amanecer las ilusiones se hicieron añicos. El sol se destrozaba en las aristas tobáceas y basálticas de lo que, siglos mas tarde, sería conocido como “El dedo de Dios”, “La Catedral”, “El rostro del hombre”, “La Pagoda; “La india pensativa”, “El castillo almenado” y diversas conformaciones geológicas de lo que hoy conocemos como El Valle Encantado. La noche anterior, bajo el tenue resplandor de la Luna, había sido confundido con las murallas de la mítica y ansiada Ciudad de los Cesares. Corría el año 1622 y los 400 hombres de Jerónimo Luis de Cabrera emprendieron el regreso al caserío de Córdoba. ¿Quién sabe que febriles ilusiones habrían tejido la noche anterior? Años de ensoñaciones en la lejana España, de padecimientos, fatigas y frustraciones tras el cruce del “Agua Grande”, se derrumbaban como los bloques de hielo de los glaciares de la cordillera.
Cuentan “los que escribieron la vieja historia”, que fueron los primeros blancos provenientes del Este, que se internaron en las tierras del Comoé (1), territorio del triángulo formado por los ríos Neuquén (2) y Limay y la Cordillera de los Andes, aunque la penetración había comenzado un siglo antes proveniente de Chile. El lugarteniente de Valdivia, Jerónimo de Alderete, y más tarde Pedro y Francisco de Villagra incursionaron por la zona de los grandes lagos, siendo éstos últimos quienes regresan con un cargamento de sal, sustancia muy apreciada en aquella época y de la que se carecía en el sur de Chile. Esta expedición fue llamada jornada de la sal, fue el principio del reconocimiento geográfico de la zona y también de una guerra intermitente que duraría siglos.

Las incursiones españoles, que muchas veces tenían como objeto la obtención de mano servil, se conocen como malocas y vanamente intentaron mitigarlas quienes acompañaron el acero de los castellanos: los siervos de la Cruz, quienes arribaron a nuestras playas con la piedad que demostraron ser dignos y con la conciencia que su camino, era el camino del martirio. La toponimia austral aún los recuerda: Rosales, Mascardi, Guillelmo y Menéndez, entre otros.Introdujeron el manzano (con tanto éxito, que tiempo mas tarde los pehuenches de la zona serían conocidos como Manzaneros), los primeros animales domésticos y la semilla del evangelio, pero las misiones fracasaron contrariamente a lo que sucedió en el litoral. La flagelación y la muerte fueron la recompensa a su mansedumbre y heroísmo. Si hubo quienes más se aproximaron a la Pasión de San Francisco y a la serena resignación de los mártires de Nagasaki (3) fueron ellos. A Basilio Villarino lo contuvo también la belicosidad de los indios, que de a caballo, aprovechando el ganado cimarrón y animados por la facilidad de las incursiones, llegaron a devastar las estancias del sur bonaerense. El botín se encontraba en Neuquén, en donde se engordaba el ganado antes de llevarlo a Chile. Es menester recordar que el viaje de este marino español, acaecido en 1783, fue el primer avance desde las costas atlánticas, ya que durante dos siglos la penetración blanca se efectuó desde Chile.


Fue recién a fines del siglo XIX cuando la sed de aventura y el afán de calar la tierra dio paso al de la curiosidad del espíritu, sea el reconocimiento de las riquezas dormidas, la búsqueda de restos de animales desconocidos o la indagación etnográfica, lo cierto es que las estepas patagónicas comenzaron a ser recorridas por científicos y exploradores. Célebre fue George Ch. Musters, quien en abril de 1869 partió desde Punta Arenas, para cruzando de Sur a Norte toda la Patagonia, siguiendo parecido itinerario que el Padre Mascardi, llegar hasta el Neuquén, para luego atravesar toda la actual provincia de Río Negro, finalizando su viaje en Carmen de Patagones en mayo de 1870. Murió tres años después, tal vez minado por el albur de semejante viaje que hizo acompañado por una tribu de Tehuelches. Si la motivación de este commander británico se debió a una orden del Almirantazgo para reconocer futuros territorios coloniales o a un genuino interés etnológico, solo Dios lo sabe. Pero lo cierto es que tuvo tiempo suficiente para escribir “Vida entre los Patagones”, un conmovedor y veraz relato antropológico. Entre los aventureros es digno de recodarse un francés, que parecería fugado de la clínica de la Salpetriere, quien en 1860 se autoproclamó Orllie Antonie Primer Rey de la Araucanía y pocos días después anexó a su “reino” toda la Patagonia, desde Río Negro a Tierra del Fuego.

Acorralado por las tropas chilenas (había logrado la complacencia y anuencia de varios caciques chilenos y argentinos) huyó hacia San Antonio Oeste, donde fue apresado, enviado a Buenos Aires y deportado a la dulce Francia. En 1875, con la ayuda económica de la Sociedad Científica Argentina, parte desde Buenos Aires quién fuera el más grande conocedor de la cordillera patagónica: el memorable Francisco Pascasio Moreno. La figura de este gran patriota, cuyos viajes por la cordillera y estepas patagónicas semejan los relatos de Kipling y Richard Burton, merece un capítulo aparte, pero deseamos destacar que llegó al “País de las Manzanas” (donde fue huésped del cacique Sayhueque) antes de la entrada del ejército y no atrás, como muchos que después lo criticaron.

Los viajes de los científicos y exploradores fueron el preámbulo de la definitiva ocupación del territorio, mal llamada “conquista del desierto” pues no se conquista lo que supuestamente está desierto. Lejos está quien escribe, de un indigenismo panfletario e hipócrita, tan en boga en estos días, pero si recordar que indios y criollos se mataron con un coraje tremendo para que un territorio equivalente a la superficie de varios países europeos, quedara en manos de un puñado de especuladores. En las campañas del Neuquén no existieron batallas al estilo napoleónico, pero sí el estado de constante zozobra, de acecho, de ataque y retirada fulminante que caracterizó las fronteras barométricas de América. Lo que es considerado una epopeya en los Estados Unidos, aquí es minimizado por la característica tan argentina de desdeñar lo propio.

Algunos ejemplos:

-El 19 de enero de 1881 el fortín Guañacos es atacado por los indios que en número sumamente superior doblegaron a los 12 soldados y 17 arrieros que en él se refugiaron, los cuales fueron comandados por el Alférez Eliseo Boerr. Las tropas que llegaron al día siguiente encontraron los restos sin vida de todos los defensores, como así también 32 indios que sus camaradas no pudieron llevarse por estar muy heridos.


-El 16 de enero de 1882 es atacado el fortín 1° División que desde el lado rionegrino defendía el paso Fotheringham que permitía el cruce del río Neuquén. En el hecho participaban los principales caciques neuquinos (Sayhueuque, Namuncurá, Reuquecurá). Allí el entonces Capitán Juan José Gómez, del 7° de Caballería, con 16 soldados y 14 peones que se habían refugiado en el mismo, realiza la épica hazaña de resistir a un malón de casi medio millar de indios.
-El 6 de enero de 1883 es sorprendido en el valle Pulmarí, una partida de 10 soldados al mando del Capitán Emilio Crouzeilles por un centenar de indios de las tribus de Reuquecurá y Namuncurá. Iniciado el desigual combate llega el Teniente 2° Nicanor Lazcano con cinco soldados más. Los dos oficiales y la mayor parte de la tropa dejan sus vidas.
-En la misma zona se desarrolla, el 17 de febrero de 1883 otro combate entre un grupo de 16 soldados, al mando del Tte. Cnel. Juan Gregorio Díaz y con la colaboración del Subteniente Carlos Wappes y una indiada que se presentó perfectamente equipada con una compañía de infantes que vestían uniformes y usaban fusiles Martin Henry del ejército chileno. Esto desorientó en un principio a la tropa argentina, que alcanzó a darse cuenta a tiempo de la maniobra falaz de los indios que se habían acercado portando bandera de parlamento.

Existen centenares de hechos similares, pero las mayores bajas de ambos bandos se debieron a las espantosas condiciones de vida, las privaciones y las enfermedades de la terrible vida en la frontera, aunque, claro está, la peor parte la llevaron – y la llevan – los aborígenes. Tal vez algún día comiencen a ser vistos como lo que fueron: exiliados en su propia tierra.

“Fui el último viajero que antes del inconsulto aniquilamiento de aquellas tribus conoció la vida del indígena independiente y dueño de pampas y cumbres, sin más leyes que las impuestas por sus necesidades limitadas (...)Treinta y cuatro años han transcurrido, desde que el cacique Ñancucheo desapareció defendiendo el suelo en que nació, desde que con métodos violentos, innecesarios, quedó destruida una raza viril y utilizable, y desde esa fecha, aun cuando ya hay en la región florecientes pueblos y la cruza en parte el riel, estorban su progreso concesiones de tierras otorgadas a potentados de la Bolsa, una vez que la frontera avanzó, lo que hace que decenas de leguas estén en poder de un solo afortunado” (4)

Los beneficiarios de las carnicerías de la frontera, de la sangre de indios y milicos, jugaron las lágrimas neuquinas en los casinos de la Riviera, en las noches perfumadas del Bois de Boulogne, en las cenas en “Chez Fouquet”, emborrachándose a champagne corrido con las putas de los cabarets de Montparnasse, con los dineros de unas propiedades que apenas podían ubicar en el mapa y que jamás honestamente fueron suyas. Años mas tarde, otro argentino ilustre que como tantos otros pagó en el presidio de Ushuaia su amor por la nacionalidad, escribió con amargura: “Hay un gran dolor en aquella comarca argentina: el exterminio del indio, el régimen del presidio, el despilfarro de las tierras fiscales, el aislamiento geográfico, la esterilidad económica, la incuria oficial, la falta de estímulos de cultura y como consecuencia de todo ello, la despoblación, la pobreza, la injusticia, la explotación internacional, la ausencia de la ciudadanía”.(5)

NOTAS

(1) Antigua denominación mapuche para el Neuquén. La palabra se forma con los términos co-mu-hué; Co= agua, mu= para sí mismo, hué= lugar. Puede traducirse como: lugar donde se proveen de agua para su casa, o lugar donde hay agua para cada uno. Por derivación: lugar donde hay agua para todos.

(2) La región fue conocida con el nombre del río. La tierra del Neuquen debe entenderse como la tierra del río Neuquén. Y Neuquén o Neuguén o Nauquen o Naunquen significaría impetuoso, correntoso, rápido, en la lengua vernácula, cualidades que califican al río.

(3) El 13 de febrero de 1597, 26 integrantes de la Compañía de Jesús fueron crucificados en Nagasaki por orden del Shogun local.

(4) Moreno, Eduardo V. “Reminiscencias de Francisco P. Moreno”. Edición propia, Bs.As. 1942.

(5) Rojas, Ricardo “Archipielago”. Editorial Losada. Bs.As., 1947.