Por Walter A. Moore
El destino de grandeza de la Argentina tiene dos sólidos pilares, no míticos, sino reales: Un pilar lo constituye la enorme riqueza de su territorio, que va desde su ubicación en el Sur del planeta, que es la región con futuro, hasta la enorme cantidad de riqueza contenida en su tierra y sus aguas, en su flora y su fauna, en los tesoros escondidos en sus montañas y en su extraordinaria dotación de agua dulce.
El destino de grandeza de la Argentina tiene dos sólidos pilares, no míticos, sino reales: Un pilar lo constituye la enorme riqueza de su territorio, que va desde su ubicación en el Sur del planeta, que es la región con futuro, hasta la enorme cantidad de riqueza contenida en su tierra y sus aguas, en su flora y su fauna, en los tesoros escondidos en sus montañas y en su extraordinaria dotación de agua dulce.
El otro pilar lo constituye la cultura de su pueblo, caracterizada por su generosidad y bonhomía, lo que por una parte, ha permitido integrar a su sociedad a cuantas personas de buena voluntad (y aún a otros de no tan buena) que hayan querido habitar esta hermosa tierra. Esta bonhomía oculta también un gran coraje, que aparece en las situaciones críticas y que se manifiesta aún a contrapelo de sus gobernantes, y se expresa en su voluntad libertaria para con sus vecinos hermanos, a los que ayudó sin querer someterlos (1).
Lo que concede singularidad a estos dos hechos, es que no han configurado ningún mito para movilizar a su población, sino que le han permitido a nuestro pueblo, a lo largo de su larga historia, absorber las pruebas más duras, y recuperar la salud. Esto no sucede cuando su fortaleza se basa en un mito, como por ejemplo, el de la Raza Superior germánica, la Revolución Mundial de los rusos, o ahora el Destino Manifiesto norteamericano, el Pueblo Elegido de los judíos o la idea de lo Mais Grande do Mundo de los brasileños. Todos se han desmoronado o se encuentran en un proceso de desmoronamiento por distintos motivos, mientras la Argentina se encamina a su brillante porvenir.
La Historia, finalmente, nos ha alcanzado. Este Brillante Porvenir no se materializará con la aparición de un líder inspirado, eso ya lo tuvimos el siglo pasado con Juan Domingo Perón y hace dos siglos con hombres como San Martín y Belgrano, que hicieron la parte grandiosa de la Historia de nuestro país, a pesar de la oposición servil hacia los extranjeros de los contrabandistas y usureros enclavados en su sede porteña.
El brillante porvenir de la Argentina se deberá a la repetición de dos hechos que se generaron fuera de nuestro país, pero que motorizarán un cambio muy profundo, pues liberarán la gigantesca energía potencial de nuestro pueblo, que nuevamente, les pasará por encima a las mezquinas aspiraciones de los inquilinos de la City porteña, y estos dos hechos son:
A.) La virtual detención del comercio mundial, originada en el colapso de las divisas, motivo por el cual no podrán seguir enviando fuera del país a nuestra enorme producción de riquezas, y tendremos que utilizarlas dentro. O dicho en el lenguaje de sus economistas, al no poder seguir mirando al "sector externo", el potencial productivo deberá reorganizarse para que sea absorbido por el "mercado interno". O sea que la riqueza volverá a ser redistribuida para que el sistema productivo siga funcionando. Hasta ahora no hizo falta porque siempre había afuera alguien ávido por absorberla, pero al no tener dinero ni medios para pagarla, no tendrán más remedio que distribuirla adentro, y eso se hará, con los dirigentes a la cabeza, o con la cabeza de los dirigentes.
B.) El segundo factor fundante será la repetición de un proceso que ya ocurrió hace un siglo: la llegada de un enorme flujo migratorio, que entre los años 1900 y 1930 duplicó la población que ya teníamos. Una inmigración movida por el hambre y la miseria instalada básicamente en Europa, y que ahora abarcará a todo el "Mundo Desarrollado". En otras palabras, en los próximos 10 años la Argentina debe prepararse para recibir a unos 40 millones de inmigrantes. Proceso que no significará ningún trauma, pues pasar de 15 millones de habitantes por kilómetro cuadrado a 30 h/km2, no tiene mayores inconvenientes, si observamos que Europa Occidental tiene 140 h/km2 e Inglaterra, España e Italia, casi el doble.
B.) El segundo factor fundante será la repetición de un proceso que ya ocurrió hace un siglo: la llegada de un enorme flujo migratorio, que entre los años 1900 y 1930 duplicó la población que ya teníamos. Una inmigración movida por el hambre y la miseria instalada básicamente en Europa, y que ahora abarcará a todo el "Mundo Desarrollado". En otras palabras, en los próximos 10 años la Argentina debe prepararse para recibir a unos 40 millones de inmigrantes. Proceso que no significará ningún trauma, pues pasar de 15 millones de habitantes por kilómetro cuadrado a 30 h/km2, no tiene mayores inconvenientes, si observamos que Europa Occidental tiene 140 h/km2 e Inglaterra, España e Italia, casi el doble.
Pero su potencial productivo no les permitirá retenerlos, pues la verdad es que durante siglos todos ellos vivieron de lo que sacaron de países como el nuestro, gracias al "Sector Externo", que no era otro que tener monedas fuertes mientras el peso, y nuestra producción no valía casi nada.
Durante los 360 meses del período mencionado (1900-1930), en la Argentina se crearon 207 nuevas poblaciones que absorbieron gran parte de esos 3 millones de inmigrantes proveniente de zonas y poblados agrícolas que, a su vez, fundaron nuevos pueblos a su imagen y semejanza.
Durante los 360 meses del período mencionado (1900-1930), en la Argentina se crearon 207 nuevas poblaciones que absorbieron gran parte de esos 3 millones de inmigrantes proveniente de zonas y poblados agrícolas que, a su vez, fundaron nuevos pueblos a su imagen y semejanza.
Yo nací en un pueblo creado entonces en la provincia de Santa Fe por inmigrantes piamonteses, que fusionaron sus costumbres con las de los criollos que vivían por los alrededores. Ese proceso se repitió por todo el país, y mantuvo el equilibrio poblacional que comenzó a romperse con el proceso de industrialización. El modelo de concentración industrial de entonces (2) creó a las gigantescas metrópolis actuales, cuyos problemas (3) no pueden resolverse absorbiendo más población, sino expulsándola.
Pero la inmigración que llegará no procederá de pueblos de campo, será población citadina, y mayoritariamente de los arrabales pobres de las ciudades que los expulsan. Estas personas querrán seguir disfrutando de los servicios y la sociabilidad de las ciudades al mismo tiempo que desconocen y no desean la vida en los pueblos de campo. Históricamente nadie vuelve al campo, pero nadie, tampoco, quiere seguir viviendo en las peligrosas ciudades actuales, y la prueba es que apenas obtienen un poco de prosperidad se instalan en clubes de campo, barrios cerrados o similares, en los que disfrutan de aire puro, silencio y seguridad, pero en las cuales no pueden generar los recursos que les permitan mantener ese estándar de vida.
El colapso del comercio internacional que no permitirá seguir exportando alimentos porque otras naciones no tendrán con qué pagarlos, y hambre llegará pronto a los países desarrollados que ya no tienen nada que exportar. En estos dos procesos se esconden las soluciones para brindarnos ese Brillante Porvenir.
Un Porvenir que consiste en utilizar los recursos que se enviaban fuera del país para crear para brindar simultáneamente trabajo, viviendas y seguridad alimentaria a los millones de personas que se sumarán a los argentinos, y que, nuevamente, bajarán de los barcos para integrarse a nuestra multicentenaria historia.
Así como hace 100 años se crearon más de 200 pueblos nuevos, ahora necesitaremos crear 400 ciudades que absorban 10.000 pobladores cada una, y necesitamos retomar el control de nuestro territorio, ocupado y comprado por potencias extranjeras, haciendo que esta nueva población integrada a nuestros valores, se distribuya en todo nuestro enorme país despoblado.
Considerando el incremento de velocidad de los procesos históricos, estas migraciones no llegarán en 30 años, sino en menos de 10 años, con lo cual debemos prepararnos para crear Nuevas Ciudades a un ritmo similar al que usó la República Popular China, que en siete años creó más de 200 ciudades nuevas, pero en lugar de alojar a 10.000 habitantes, como será nuestra necesidad, estas nuevas ciudades chinas se prepararon para absorber a 500.000 personas cada una.
Así el Brillante Porvenir se estructurará solo. La riqueza natural de nuestro territorio deberá reinvertirse dentro, dando trabajo no sólo a nuestros desocupados pobres, sino a la gente que llegará, de nuevo, huyendo de la miseria y el hambre desde Europa y también de Asia y de nuestros vecinos.
Trabajo, vida urbana, vivienda y seguridad alimentaria para el doble de nuestra actual población son las desafiantes demandas de nuestro futuro próximo.
Todo esto puede ser logrado poniendo en funcionamiento el modelo de las Microciudades Autosuficientes.
Esto ya está inventado. Ponerlo en acción construirá nuestro Brillante Porvenir.
Buenos Aires, domingo 14 de diciembre de 2008
Buenos Aires, domingo 14 de diciembre de 2008
Notas:
(1) Uno de los baldones de nuestra historia lo debemos al fundador del diario La Nación, Bartolomé Mitre, que se encargó de realizar, por pedido de los ingleses, la Guerra de la Triple Alianza destinada a destruir a la potencia industrial sudamericana de entonces, la República del Paraguay, con la cual tenemos una deuda histórica que debemos saldar en este siglo que se inicia.
(2) La industria en el siglo 21 estará dispersa, no concentrada, posibilitada por la digitalización y exigida por los requerimientos de preservación ambiental, solamente controlable en pequeña escala.
(3) Tales como la inseguridad, el déficit de infraestructura que funcione, la enorme cantidad de tiempo perdida nada más que viajando dentro de ellas, etcétera.
(3) Tales como la inseguridad, el déficit de infraestructura que funcione, la enorme cantidad de tiempo perdida nada más que viajando dentro de ellas, etcétera.