LA TEORÍA DE LA JUSTIFICACIÓN
Mientras el mundo debate acerca de cómo manejar la crisis provocadapor una sumatoria inconciente y perversa de delegaciones de poder por parte de los gobiernos de los países centrales al sector financiero mundial, producto de la codicia capitalista en el contexto de la cultura neoliberal, en nuestro país la oposición y sectores del gobierno, siguen actuando como “Alicia en el País de las Maravillas”, en un escenario sólo marcado por el calendario electoral.
Cuando en nuestro país se planteaba con fuerza desconocer la deuda externa ilegítima que por años asfixiaba cualquier modelo de salida macroeconómica, producto de la delincuencia financiera asociada a la dictadura militar primero y a los sucesivos planes de ajustes liberales marcados por el FMI después, quienes lo hacían entraban en la categoría de “delirantes francotiradores”, aun cuando en mayo de 2001 la CGT disidente de entonces reuniese 100 mil compatriotas en laPlaza de Mayo, en repudio a la deuda externa y al FMI.
No importaba ni el fallo del Juez Ballesteros que no podía condenar por prescripción del delito, ni la tarea titánica del padre de la investigación del Dr. Alejandro Olmos, un patriota que investigó desdeMartínez de Hoz en adelante.
En una Argentina rendida de antemano al tráfico de la globalización y la modernidad impuesta a extorsión, sangre y fuego por los países centrales y los organismos internacionales, sólo había que cumplir los compromisos según los pregonaban analistas y consultores económicos.
Así, las decisiones soberanas estaban enmarcadas en las teorías del mercado, verdadero ordenador social en la cultura dominante del neoliberalismo.
Por ello, nos acomodamos a la teoría de la división internacional del trabajo, dedicando sólo esfuerzos a la especulación financiera y los commodities y abandonamos la investigación, el desarrollo y las tecnologías de punta, producto de décadas de esfuerzo y sacrificio. Tiramos en el “rincón de los recuerdos muertos”, al decir del tango, el Plan Nuclear argentino y los proyectos de combustibles sólidos y de propulsión como el “Proyecto Cóndor”, privatizamos la Fábrica Militar de Aviones y 50 años después de haber fabricado aviones a reacción como el Pulqui 1 y 2, pasamos a armar turbohélices.
Pese a ser socios activos del FMI y del BID, solo cumplimos sus pautas ciegamente, y fuimos meros cadetes de sus órdenes e instrucciones.
Cuando esto era planteado con crudeza, enseguida era refutada por ser una teoría conspirativa, adjudicando mecanismos del pasado a esa aseveración, asociados a la guerra fría, sin asumir siquiera que pudiese tratarse de un pensamiento nacional.
El discurso único se imponía sobre la base de negar otra realidad, sin analizar que se encuentra corroborada por años de desarrollo autónomo y soberano, que llevó a nuestro país a un marco de Justicia Social y SoberaníaPolítica, y fue ejemplo en Latinoamérica. Sin embargo la democracia limitada habilitada en los 80, sólo permitía las herramientas mercadistas como modelo de desarrollo, sin importar el grado de impacto social que produjesen.
La secuela de millones de argentinos arrojados a las fosas comunes del desamparo y la exclusión, en un genocidio social impensado, fueron explicadas como efectos colaterales de un crecimiento (ficticio) del país.
Hoy la crisis internacional de los países centrales sin dudas impactará por su costado comercial en nuestro país, no así por su debacle financiera de la cual estamos exentos. Lo que hasta ayer nomás fue mostrado como debilidad, hoy constituye fortaleza, inclusive para el sector financiero privado y estatal, que se muestran sólidos frente a sus pares de los países desarrollados, que deben solicitar cada días más refuerzos económicos ante el quiebre de sus balances, en tanto sus ejecutivos retiran cientos de millones en bonuses, a costa de los contribuyentes trabajadores, que aportan sus impuestos.
Ante la catástrofe mundial, es indudable que el consumo interno y por ende la fortaleza del empleo constituyen pilares sólidos desde donde soportar el embate externo. Es como respirar bajo el agua con un sorbete, despacio y pausado para poder conservar lo que se tiene.
Sin embargo los fuegos cruzados pre-electorales, promovidos y envalentonados por los medios de comunicación, cruzan el umbral de lo aconsejable en épocas de crisis, reclamando saltos al vacío institucionales y económicos, con rediseños e ingenierías que desconocen el manejo del poder.
Es fácil ante la opinión pública pedir la eliminación de las retenciones, sin ofrecer una contrapartida presupuestaria que permita atender las obligaciones constitucionales del Estado.
Para la oposición política del proyecto económico del Gobierno, es por demás criterioso y “políticamente correcto” solicitar el subsidio básico al menor, desnudando una hipoteca social fuerte de la actual administración, que debería haberse realizado, pero que no puede contraponerse a los planes de conservación del empleo.
Para esta oposición, es correcto demonizar al presidente Chávez, en sintonía con la embajada de EEUU, pese a ser un puntal de la UNASUR y del proyectode reconstrucción del bloque sudamericano.
Para estos “nuevos dirigentes” es “políticamente correcto” embestir contra Evo Morales de Bolivia y Correa de Ecuador cuando plantean en sus países medidas soberanas, que afectan los oligopolios que asfixiaron sus economías.
Ese mundo financiero y no productivo que se muere, moviliza defensores residuales en los países donde conquistaron virreyes para su causa, que siguen como los estertores del moribundo planteando las mismas cosas que llevaron a la hecatombe actual.
Nacionalizar la Banca y el crédito ya se hizo en la Argentina, lo mismo que el control del comercio exterior. Es más: cuando fue creado el FMI nuestro país no ingresó al mismo por decisión política soberana, al desistir de integrar un organismo a todas luces estructurado para condicionar a los países en desarrollo. Así elproceso de industrialización asentado en los propios recursos del ahorro interno, y los derechos sociales institucionalizados en laConstitución del 49, parecen cobrar vida seis décadas después.
Lo quese hizo en la Argentina que costó golpes militares, persecución, vejaciones y muertes en nombre del “Occidente Cristiano” contra el peronismo, hoy lo plantea el mundo como una salida de la crisis, sin inmutarse por las repetidas recetas que impusieron en el pasado reciente y que llevaron al fracaso presente.
La construcción de un nuevo orden mundial frente a la crisis deberá rejerarquizar al hombre como eje de la política, los derechos humanos, las leyes sociales de los pueblos, la ecología, los recursos naturalesde los países y el respeto por las culturas diferentes.
Ya nada será igual a lo anterior, adquiriendo dimensión universal los procesos nacionales, integrados en bloques, en decisiones soberanas y no en imposiciones imperiales ni extorsiones económicas.
Debemos reconstruir un nuevo modelo de relaciones internacionales en paralelo con la multipolaridad emergente, que privilegie el acceso a la vida de los grandes sectores de la humanidad que padecen y sufren el hambre y la humillación como seres humanos, en un mundo que se vanagloria delos avances tecnológicos-científicos y no resuelve lo elemental de la subsistencia.
No se trata de ser mas socialista o mas capitalista, sino de distribuir la riqueza, recuperar la solidaridad, ejercitar la democracia con respeto real a los pueblos y no sólo a las formas, recuperar la política como herramienta de construcción de una sociedad mas justa y enterrar los modelos especuladores y estafadores del sector financiero, verdadero eje del poder neoliberal actual, responsable de la crisis y la angustia de los pueblos.
23 de febrero de 2009