BANCO CENTRAL: SE TRATA DE CAMBIAR LAS POLÍTICAS, NO SÓLO A LAS PERSONAS

Por WALTER MOORE
Buenos Aires, 1º de febrero de 2010

El daño que desde el Banco Central se hace a la Nación y al Pueblo argentino, no es fácil de dimensionar, pero podemos mencionar las principales políticas antinacionales llevadas a cabo desde allí:
1. Fijan una tasa de interés de referencia 40 veces más alta que la de los países ricos, aquí es del 10% (antes era mayor aún) y en Estados Unidos y Europa es de 0,25% (hagan la cuenta, pagamos un 4.000% más de interés que ellos).
2. Entregan al mercado nacional 4 a 6 veces menos dinero que los países mencionados. Cuando comparamos la masa monetaria de cada uno con su Producto Bruto Interno. Los países europeos emiten entre el 80% y el 100% de sus PBI, Japón emite más del 115% y Estados Unidos ha emitido el 340% de su PBI para salvar a su podrido sistema bancario. Lo más notable de estas emisiones es que los “economistas”, reconocen que a pesar de esta gigantesca emisión en Estados Unidos, no se ha generado inflación. El Banco Central argentino emite el 16% de nuestro PBI.
3. El precio del dólar duplica su verdadero valor, tal como afirma el Banco Mundial[1] cuando compara el precio de nuestra moneda con el sistema de Paridad de Poder Adquisitivo, en el Informe de Desarrollo Humano 2009.
4. En lugar de emitir el dinero que el Estado necesita para funcionar, el Banco Central endeuda al país emitiendo bonos por los cuales, cobran intereses los bancos privados que los compran (y los pagan con el dinero que les da el Banco Central, permitiéndoles encajes bajísimos, gracias al cual pueden prestar muchísimo más dinero del que realmente tienen).
5. Permite una descomunal fuga de divisas a empresas y privados permitiendo que cada uno pueda llevar al extranjero 2 millones de dólares por día, con lo cual el nivel de reservas disminuye, pues el control de cambios es totalmente ineficiente.
6. Propone mantener las Reservas del país en monedas que pierden valor a diario (el dólar y el euro se devalúan constantemente, cuando se mide su valor por el sistema de Paridad del Poder Adquisitivo, gracias a que sus economías son cada vez menos prósperas).
Lo que debemos preguntarnos es A.) ¿qué obtendríamos cambiando esta política? y B.) ¿porqué no lo hacemos?.

VEAMOS, qué ganaremos con esta política:

1. Definamos una tasa de referencia de interés similar a la de los países ricos, digamos del 0,25%, con lo cual los intereses para los créditos de todas las empresas y para las compras a crédito, lo cual dinamizaría a todo el sistema productivo de las empresas nacionales, puesto que las multinacionales consiguen sus créditos a la tasa de sus países centrales. La tasa real de los préstamos bajaría del 16% actual al 2%, permitiendo que las empresas reinviertan el dinero que ahora se llevan los bancos.
2. Emitamos dinero a un nivel mínimo del 80% de nuestro PBI, actualmente de 1.050.000 millones de pesos, o sea que la circulación del dinero en plaza sería de unos 800.000 millones de pesos, contra los 160.000 millones actuales, en otras palabras, por cada peso que hay hoy en la calle, habría 5. Pero para que esta emisión ayude a la prosperidad de todos los argentinos debe complementarse con una serie de políticas que impidan que este dinero ingrese al circuito especulativo, canalizándolo hacia el sistema de producción y consumo. Y ahora, el hecho de que en nuestros países, todo esté por hacerse, ayudará. Hay gigantescos déficits de viviendas, de infraestructura, del desarrollo de bienes de capital, de recuperación de bienes naturales dañados por el saqueo y la contaminación, con el estado de indefensión que tiene nuestro país y la enorme cantidad de industrias que deben restaurarse, universidades estatales que deben reciclarse, el aumento a sueldos de los maestros y profesores incentivados por la calidad de la enseñanza que imparten, el incremento de sueldos a los empleados públicos en general, unidos a las facilidades crediticias mencionadas en el punto anterior, pueden generar un gigantesco crecimiento económico, con el consiguiente aumento de la calidad de vida, lo cual generará una gran corriente migratoria, tanto de nuestros vecinos como de los europeos que quieran tener un futuro que ven cada vez más lejano en sus países.
3. Definamos el valor real del dólar, a menos de 2 pesos, y controlemos rígidamente su compra con dinero argentino, de manera que la fuga de divisas se minimice. Este rígido sistema de control de cambios tiene que complementarse con un sistema subsidios o precios diferenciales para las divisas según el uso que deban darle. Como actualmente existe una enorme cantidad de productos, insumos y servicios que se importan, una política adecuada de recargos puede facilitar el desarrollo de las industrias argentinas, y abaratar significativamente muchos precios, mejorando la calidad de vida de toda la población.
4. Se debe prohibir que el Estado, en cualquiera de sus estamentos, pida préstamos al sistema financiero, la emisión de dinero debe ser suficiente para satisfacer a todas las necesidades de los Estados, tanto para el pago de sus sueldos, prestación de servicios y provisión de obras.
5. Debemos establecer un estricto control de cambios para lograr varios propósitos simultáneos: a) Evitar la fuga de divisas, que una de las formas más fáciles y sencillas de saquearnos. B) controlar la inserción de inflación importada en nuestra economía, c) proteger la producción nacional y el trabajo de los argentinos.
6. Debemos establecer nuestras reservas en metales tesaurizables (oro, platino, uranio, etc.) que además, producimos nosotros, e impedir que se los lleven empresas británicas en forma gratuita. Las reservas monetarias deben realizarse en las monedas de los países con los cuales tenemos los principales intercambios comerciales, estableciendo con todos ellos el sistema de equiparación de sus valores en base a la Paridad de Poder Adquisitivo.
Es importante comprender también porque no se ha podido cambiar esta política que ha sido tan dañina para nuestros intereses, cuando desde hace muchos años, ya Erza Pound afirmó: "Decir que un Estado no puede llevar a cabo sus metas porque no hay dinero, es como decir que un ingeniero no puede construir carreteras porque no hay kilómetros".

Desde siempre se sabe que todo el dinero es una invención estatal, sólo es necesario respetar algunos procedimientos para que funcione adecuadamente en sus diversos roles, pero estos procedimientos han sido establecidos por la banda de estafadores internacionales que se nos impusieron en el Consenso de Washington, sólo para perfeccionar el saqueo países como el nuestro, la pregunta es ¿Como esta situación ha podido sostenerse durante tantos años, ocasionando tan graves perjuicios al país?.
El economista Paul A. Samuelson, premio Nobel de economía en 1970, aclaraba esta cuestión, parafraseando al Baron de Rostchild decía: “No me importa quién gobierne, siempre que estudien por mis libros”.
Naomí Klein, por su parte ha hecho un gran aporte a la compresión de este proceso de estupidización económica, en su libro “La Doctrina del Shock - El auge del capitalismo del desastre” donde describe como se estructuró el actual proceso neoliberal, donde las matanzas[2] son imprescindibles para crear esa situación de estupefacción social, donde todo el mundo absorbe lo que los medios le instalan en la cabeza.
Marcelo Gullo me hacía notar que en cada crítica que efectuaba a las políticas monetaristas, recibía como respuesta de sus amigos políticos una mirada como si hubiera expresado una blasfemia, lo que le recordaba la expresión de los hindúes, que a punto de fenecer por el hambre, se les preguntaba por qué no se comían a las vacas. En esa gente el horror se incrementaba cuando les decíamos que aquí hace 300 años que la mitad de nuestra dieta es carne de vaca, que tenemos una excelente industria lechera, y que casi no hay parte de una vaca que no podamos poner en la parrilla.
Vacas sagradas y liberalismo monetario, disfrutan del mismo grado de estupefacción, las diferencias culturales desaparecen, la lógica y el sentido común también, sustituidas por el sentimiento sagrado impuesto por el Imperio después de las grandes matanzas.
Es necesario, es imprescindible, que desde los más altos estrados del poder comience a disolverse esta mistificación.